Para este especialista, el mal uso de la oratoria hace que hoy se vea al orador público "más como un demagogo que como un orador al servicio del bien común"... y es que, en opinión de este profesor de Derecho Eclesiástico del Estado en la Universidad de Valencia, "hoy algunos comunicadores, más que persuadir, parecen buscar impresionar al auditorio" con discursos que "suelen apartarse de las reglas clásicas de la oratoria, la pulcritud, aptitud y claridad, entre otras, para adentrarse en otros ámbitos nuevos como el escándalo, la sorpresa o la provocación".
Según Landete, la única cualidad que caracteriza a un buen orador es la de ser capaz de persuadir a su auditorio, es decir, la elocuencia. "A partir de esta virtud, el orador ha de cultivar otra serie de rasgos", ha apuntado, y entre ellos ha citado la capacidad de investigar sobre un determinado argumento, la prudencia expositiva, la naturalidad gestual, la expresividad oral y el dominio de sí mismo.
Ha afirmado además que el miedo escénico o los nervios previos a hablar en público no tienen que ser superados ni afrontados sino, simplemente, asumidos y controlados, y para mejorar la capacidad de oratoria ha apostado por tres herramientas básicas para él como "un método estricto, una práctica continua y un espíritu entusiasta".
Consejos todos ellos importantes para mejorar "una disciplina con una dimensión social tan pronunciada como pocas" a juicio de este experto, para quien "la sociedad de la comunicación y de la información en la que vivimos es altamente competitiva, de manera que no basta con poseer formación y conocimientos; es indispensable tener la capacidad de transmitirlos".
Y al respecto ha advertido de que "la falta de habilidades en la expresión oral resulta hoy, más que nunca, un hándicap decisivo en la proyección personal y profesional de cualquier universitario".